La restauración arquitectónica del caserÃo Igartubeiti se ha completado con un intento de recrear las condiciones y el ambiente de la vidareal en los años en que la casa adquirió su plena identidad histórica, es decir, en torno a 1630, cuando Catalina de Cortabarria se casó con Domingo de Arregui y entre ambos iniciaron la ampliación del viejo edificio de un solo aposento que ella habÃa heredado.
Devolver a Igartubeiti a la vida tal y como era hace casi cuatrocientos años es un objetivo de cumplimiento imposible, porque no existe ninguna descripción original del mismo y porque apenas se ha conservado ningún objeto material de aquella época. Por este motivo lo que se ha podido hacer es tan sólo una interpretación del pasado o, si se quiere, una recreación hipotética del mismo. Esta interpretación se ha basado en dos pilares fundamentales; por una parte el análisis pormenorizado de las funciones y las huellas de uso de los diversos espacios del caserÃo y por otro una investigación archivÃstica sobre fuentes históricas que pudieran informarnos sobre el conjunto de muebles, enseres y ropas de uso común en una casa de labranza de estas caracterÃsticas tipológicas y nivel económico, situada en su propio espacio geográfico comarcal y en la misma época de reedificación del caserÃo. Los documentos que nos han ayudado a recrear estos ambientes son todos de origen notarial, básicamente contratos de arrendamiento, inventarios post mortem y capitulaciones matrimoniales, en los que por uno u otro motivo se pasa revista al interior de un caserÃo, o al menos a las posesiones más relevantes de éste.
Elaborar una lista de los cientos de objetos que componen el ajuar doméstico habitual de un caserÃo del siglo XVII no significa poder disponer automáticamente de ellos. Algunos muy pocos se contaban entre las más de 200 piezas que fueron rescatadas y catalogadas en el interior de Igartubeiti en el momento de su adquisición. Los demás fue necesario importarlos desde otros lugares. El principal proveedor del caserÃo fueron las colecciones de patrimonio mueble que la Diputación Foral de Gipuzkoa habÃa venido salvando y atesorando en diversos centros desde hace al menos dos décadas, y que aportaron casi todas las arcas, herramientas y cerámicas que hoy se encuentran en Igartubeiti. Otros objetos fueron donados o adquiridos en caserÃos del propio termino municipal, prefiriéndose siempre estos a otros candidatos más lejanos que pudiesen introducir variaciones tipológicas discordantes con la tradición cultural especÃfica de la comarca. Este fue el origen de los trojes de grano, el desgranador de maÃz, las colmenas de abejas o parte de la maquinaria agrÃcola de la casa.
Pero, finalmente, muchos de los elementos fundamentales del hipotético ajuar histórico resultaron imposibles de localizar, sencillamente porque no existen. Es el caso de las camas o las barricas de sidra, de las cuales no se conserva ni un solo ejemplar que cumpliese las caracterÃsticas históricas requeridas. Ante esta dificultad la respuesta ha sido la invención de los objetos inexistentes a partir de descripciones documentales, referencias iconográficas locales, contraste y analogÃa con piezas coetáneas pero procedentes de áreas geográficamente más alejadas y hallazgos arqueológicos afines. Al mismo tiempo que los objetos reales de la vida cotidiana en Igartubeiti hemos querido recuperar también sus nombres propios en la lengua que se hablaba en el caserÃo. AquÃ, de nuevo, la brecha histórica es prácticamente insalvable.