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jueves, 05 de diciembre del 2024
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EL SOLAR DE IARTU, UN ASENTAMIENTO MEDIEVAL
©Alberto Santana
Geografía de la comarca de Igartubeiti a fines del siglo XIV, con la ubicación de las villas de Segura y Villareal de Urretxu, a las que estuvo vinculada la casa
Geografía de la comarca de Igartubeiti a fines del siglo XIV, con la ubicación de las villas de Segura y Villareal de Urretxu, a las que estuvo vinculada la casa. © Xabi Otero

Campesinos libres y dispersos que promueven la fundación de ciudades para liberarse de la amenaza feudalizante de los señores de la tierra, o solicitan su avecindamiento nominal en villas ya constituidas para lograr el mismo efecto. Este es el panorama generalizado en Gipuzkoa, y también aunque con menor intensidad en Bizkaia, durante la segunda mitad del siglo XIV, y de forma más acuciante durante las dos últimas décadas. Tan sólo un mes antes de la fundación de Urretxu, los labradores de Aizarna, en la zona baja del mismo valle del Urola, habían solicitado al rey autorización para fundar la villa de Zestoa para defenderse de los asaltos y presiones señoriales de la aristocracia guerrera local, y apenas unos pocos años más tarde, en 1391, van a ser los vecinos inmediatos de Zumarraga, los pobladores de todos los caseríos dispersos de la ladera de Uzarraga (Antzuola), quienes consigan ser admitidos en la villa de Bergara, privados de derechos políticos, pero amparados por la tutela jurisdiccional del alcalde. El caso más espectacular es el de la villa de Tolosa, que entre 1374 y 1392 firmará pactos con veintiséis colaciones de caseríos dispersos y acogerá como vecinos propios a cientos de labradores de Berrobi, Gaztelu, Irura, Leaburu, Orexa, Abaltzisketa, Albiztur, Alegia, Altzo, Amasa, Amezketa, Anoeta, Baliarrain, Belauntza, Berastegi, Zizurkil, Elduain, Ernialde, Ibarra, Ikaztegieta, Lizartza, Orendain, Aduna, Alkiza, Asteasu y Andoain. La villa de Segura, por su parte, actuando como un auténtico poder feudal sobre las aldeas de su entorno, había logrado agregar a su vecindario jurisdiccional en 1384 a Astigarreta, Zegama, Zerain, Gabiria, Gudugarreta, Idiazabal, Mutiloa y Ormaiztegi, siempre con la justificación de que bajo su autoridad estarían "mejor defendidos".


Los labradores de Igartubeiti y sus vecinos fueron obligados a someterse al dominio de la villa de Segura en 1405
Los labradores de Igartubeiti y sus vecinos fueron obligados a someterse al dominio de la villa de Segura en 1405. © Xabi Otero

Al morir Juan I los labradores de Ezkioga y Zumarraga se movieron con rapidez y en 1391 enviaron una delegación al rey Enrique III para conseguir la confirmación de la carta puebla de Urretxu y de los pactos de anexión a una villa que seguía sin existir más que sobre el papel. Pretendían así adelantarse a cualquier movimiento de reivindicación de derechos señoriales de los Lazcano, patronos de la parroquia de Zumarraga, y del concejo de Segura, villa aristocrática que trataba de extender su hegemonía política a todo el Goiherri y el Alto Urola. Los campesinos dispersos entre ellos, destacadamente, "Ennego de Iartu" estaban jugándose su libertad frente a unos adversarios de extraordinaria musculatura. Era una partida que no podían ganar. Durante un par de décadas se permitieron vivir la ficción de que eran ciudadanos de una villa independiente, fundada y regida por ellos mismos desde sus caseríos; nombraron su alcalde y su propio notario, e incluso enviaron representación a la Junta de la Hermandad de Gipuzkoa celebrada en Getaria en 1397, en la que se trató de poner freno a la insoportable violencia de los feudales, que ellos mismos padecían en primera persona. Pero muy pronto toda la construcción jurídica tan minuciosamente planeada saltó por los aires, al ponerse de manifiesto que la supuesta villa de Urretxu era tan sólo una cáscara vacía, una tapadera para lograr la emancipación de los habitantes de los caseríos del entorno. Tras ser desenmascarados, los vecinos de Ezkioga caerían de nuevo en un estado de dependencia jurisdiccional del que no se liberarían, ya muy debilitados, hasta fines del siglo XVII.


Fueron los procuradores de la villa de Segura quienes destaparon el engaño de los labradores ante la corte de Enrique III en 1405. Una comisión arbitral nombrada al efecto destacó que al cabo de más de veinte años de la concesión de la carta puebla a Villarreal de Urretxu, tan sólo tres o cuatro pobladores habían venido a residir permanentemente en el casco urbano. Las cincuenta viviendas cuyos solares habían, supuestamente, delimitado con tanta precisión Pedro Iñiguez de Iartu y sus compañeros, simplemente no existían. Urretxu era una ciudad fantasma.

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