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miércoles, 24 de abril del 2024
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EL SOLAR DE IARTU, UN ASENTAMIENTO MEDIEVAL
©Alberto Santana

Ante esta situación los jueces fallaron que no sólo las colaciones de caseríos dispersos de Zumarraga y Ezkioga debían de reintegrarse a la obediencia de Segura, sino que la propia villa de Urretxu también. Este último punto resultaba contradictorio y jurídicamente atacable, ya que aunque Urretxu estuviera deshabitada su territorio fundacional era de realengo y sobre el papel aun contaba con una carta de privilegios y libertades, que no había sido derogada. Por este motivo, la cuestión tuvo que volver a plantearse en 1411 y se llegó a una decisión más matizada.


La nueva sentencia arbitral de 1411 establecía que Villarreal de Urretxu pudiese continuar su existencia como villa independiente y que para poder llegar a poblarse efectivamente, como ahora se esperaba, así como para poder tener una base de vecinos que contribuyese desde el primer momento con sus rentas al sostenimiento de las cargas concejiles, incorporase a su vecindad a los labradores de Zumarraga, pero no así a los de Ezkioga, que quedaban adscritos definitivamente a Segura.


Las armas del palacio de los Lazcano
Las armas del palacio de los Lazcano. ©Xabi Otero

El 8 de octubre de aquel mismo año los cabezas de familia de los veinticuatro caseríos dispersos que entonces formaban la colación de San Miguel de Ezkioga se reunieron para renunciar mediante una escritura de concordia a su sueño de ser libres a través de los derechos conquistados en la carta de fundación de Urretxu, y declararon estar dispuestos a ser considerados vecinos de la villa de Segura, lo que incluía la obligación de acudir "a sus llamamientos e emplazamientos cada vegada que el dicho conçejo de Segura nos embiase llamar" y que "pechasemos e pagasemos con el dicho conçejo de Segura en todos los pechos e tributos, asi reales commo conçejales", pero ninguno de los derechos políticos de representación y decisión en el ayuntamiento. Entre quienes aceptaron esta humillación se encontraba Juan Ochoa de Iartu, unido a los patriarcas de los caseríos de Arane, Agerrezabal, Igarzabal, Igarzabal Goena, Oiarbide, Mendizabal, Arantzadi, Urruti, Salete, Anduaga, Arantzea, Zabalegi, Olazabal, Osinalde, Pagoaga, Agerre Goikoa, Aeta, Aretxabaleta y el hoy desaparecido Besasti. El triunfo de Segura tampoco fue duradero. Los Lazcano no habían dicho aun su última palabra en la disputa. En 1470, coincidiendo con un momento de auge nobiliario y de debilidad de la monarquía de Enrique IV, la colación de Zumarraga decide romper su vinculación con Urretxu e incorporarse a la Alcaldía Mayor de Areria, en la que ya figuraban, al menos, los concejos de Lazkao, Olaberria, Arriaran e Itsaso. Se ha perdido la documentación al respecto, pero sospechamos que en aquel mismo momento también se reunieron en el seno de Areria las colaciones de Gabiria y Ezkioaga, que desde luego forman parte activa de esta alcaldía en los documentos de principios del siglo XVI y que no lograrían desvincularse de ella hasta 1661. La vara de la alcaldía mayor había sido poseída ininterrumpidamente y desde época antigua por los señores de la casa solar de Lazcano, quienes se la transmitían hereditariamente, y la propia institución era considerada como una extensión de su señorío, aunque fue ganando en autonomía a lo largo del siglo XVI.


Igartubeiti representa al poblamiento histórico de los valles húmedos vascos, en los que las aldeas y caseríos dispersos salpican las laderas bajas de las montañas.
Igartubeiti representa al poblamiento histórico de los valles húmedos vascos, en los que las aldeas y caseríos dispersos salpican las laderas bajas de las montañas.
© Xabi Otero

El solar de Iartu, como todos los caseríos de la ladera de Ezkioga, se mantuvo unido a la Alcaldía Mayor de Areria hasta que en 1661 los vecinos consiguieron comprar su independencia municipal al rey por 800 ducados. Esta cantidad fue prorrateada entre los caseríos propietarios, entre los cuales se contaban obviamente los ocupantes de Igartubeiti, que en este momento de la historia se apellidaban Arregi. Si algo queda perfectamente demostrado a lo largo de este proceso es que el poblamiento de caseríos dispersos, que ha llegado a la actualidad como uno de los modelos fundamentales de ocupación del territorio en las solanas de la vertiente cantábrica del País Vasco, estaba sólidamente asentado en la Baja Edad Media, al menos desde el siglo XIV. En el caso de Ezkioga que, insistimos, nos parece paradigmático, el núcleo de la aldea, articulado en torno a la vieja parroquia de ladera de San Miguel, con un nivel de concentración espacial muy laxo, estaba formado por tan sólo tres casas, y en el fondo del valle, por donde discurre el camino natural de la comarca, únicamente se ubicaba el solitario caserío de Anduaga, que terminaría dando nombre al barrio actual. En contrapartida, la mayoría de la arquitectura doméstica bajomedieval, más del 83% de los caseríos, se repartía desperdigada aprovechando para su asentamiento las mínimas terrazas de la solana de la montaña, siguiendo como única pauta de distribución el principio proporcional de que a mayor pendiente del terreno, más dispersión de la vivienda.


La casa de Iartu era sólo uno más de los caseríos dispersos de la ladera de Ezkioga en el siglo XIV. Nada nos autoriza a pensar que tuviera una presencia sobresaliente, aunque sus propietarios, singularizados ante el rey de Castilla como "hombres buenos y sin sospecha", parecen haber sido una familia de probada iniciativa y de cierto prestigio social en el seno de la comunidad aldeana, lo cual les llevó a protagonizar actuaciones públicas de cierta relevancia, no sabemos si por propia decisión o en representación delegada de sus vecinos.


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