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martes, 23 de abril del 2024
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IGARTUA EN EL SIGLO XVI, EL NACIMIENTO DE UN CASERÍO CON LAGAR
©Alberto Santana
La estructura de Igartubeiti está formada por grandes postes unidos por jácenas, que se armaron en el suelo y fueron elevados conjuntamente por los carpinteros encargados del montaje
La estructura de Igartubeiti está formada por grandes postes unidos por jácenas, que se armaron en el suelo y fueron elevados conjuntamente por los carpinteros encargados del montaje.
© Ramón Ayerza

Ana de Igartua fue la última representante de su apellido en la casa, y casi con toda seguridad debe atribuirse a su padre o a su hermano el derribo voluntario de la cabaña medieval y la construcción del núcleo central del actual caserío de Igartubeiti. Cómo y por qué fallecieron en tan corto plazo de tiempo es por el momento una incógnita. Pero lo cierto es que no llegaron a disfrutar mucho de su nueva casa, que se diferenciaba tanto de la choza medieval que habían heredado, como del caserío que podemos ver en la actualidad. En primer lugar, el caserío Igartubeiti del siglo XVI carecía de soportal, por lo que es de suponer que el vuelo del alero de la fachada principal tuviese suficiente salida como para crear un área protegida de la lluvia junto a la entrada, en la que poder hacer acopio de leña para el fuego, reparar herramientas a la luz del día o resguardar al perro. En algunos caseríos de la época con muros de fachada en piedra se recurría a la creación de un porche sobre dos pies derechos para guarecer las puertas de acceso, pero esto no ocurrió aquí.


El volumen del caserío original del siglo XVI era la mitad del que adquirió tras la ampliación del siglo XVII
El volumen del caserío original del siglo XVI era la mitad del que adquirió tras la ampliación del siglo XVII. © Ramón Ayerza

A esta fachada delantera se abrían dos puertas diferenciadas, ambas de doble hoja. Una para introducir los carros, narrias y ganado en la cuadra y la otra para penetrar a la cocina, tras ascender un umbral elevado sobre dos escalones de piedra. Durante el desmonte del caserío se descubrió el emplazamiento exacto de la puerta de la cocina, oculto hasta entonces por un muro, al hallarse en el cargadero superior el rebaje del batiente y los quicios laterales en los que se articulaban los espigones o goznes de las hojas. Las puertas se cierran tan solo desde el interior, mediante trancas que cruzan de jamba a jamba, y por lo que sabemos carecían de cerraduras con llave exterior, como aun puede comprobarse en alguna de las pocas puertas originales de principios del siglo XVI que se han conservado: la del caserío Riezu o Erritzu de Asteasu, lo cual implica que la inviolabilidad de la casa estaba más garantizada por la norma social y legal que la integridad física de sus propios habitantes. Éstos tenían la posibilidad de encastillarse cuando estaban dentro, pero no consideraban necesario cerrar la casa cuando se ausentaban, aunque esto debía ocurrir en raras ocasiones. Por lo demás, un caserío como Igartubeiti, con su fachada de atablado, resultaba todavía muy frágil y vulnerable ante cualquier intento contundente de agresión externa, y sus paredes ofrecían más una demarcación simbólica de privacidad y propiedad que una auténtica defensa frente a posibles asaltos.

La cocina-zaguán constituía un espacio diáfano de amplias dimensiones, aproximadamente 65mt2, y era el verdadero corazón y motor de la casa. Tan extenso resultaba que en las fases tardías de la vida del caserío no hizo sino compartimentarse y segregarse en ambientes más reducidos, como una cuadra auxiliar, una letrina, un pasillo y una cocina aislada que, a pesar de tantas mermas, todavía seguía resultando grande.


La zanca de la escalera, visible desde la entrada, es el único elemento de la carpintería de Igartubeiti que se adorna con tallas
La zanca de la escalera, visible desde la entrada, es el único elemento de la carpintería de Igartubeiti que se adorna con tallas. © Xabi Otero

La gran cocina original actuaba como centro de distribución espacial, con comunicación mediante puertas independientes con el establo, el dormitorio y la caja de escaleras que permitía acceder al piso superior. A pesar de ser una estancia unitaria estaba ordenada en ambientes diferenciados por medio de la colocación del mobiliario. El núcleo de mayor importancia era el hogar, situado en la parte más alejada de la puerta, aunque no del todo a salvo de las corrientes de aire. El suelo de la cocina era de arcilla impermeable compactada por apisonamiento y sobre el mismo se encendía el fuego, sin una plataforma de piedra sobre la cual elevarlo, ni pared trasera o placa metálica de respaldo. Este fuego bajo central carecía de campana que recogiese el humo pero esta misión la cubrían al menos parcialmente unos orificios o ventanitas de tiro cuadradas recortadas en las tablas de la pared oriental, por encima del nivel de la cabeza de quienes se encontrasen en la cocina, porque el humo tiende a elevarse y para evitar a la familia la exposición directa a las corrientes de aire. Es probable que en aquella misma pared de atablado, que hoy es un muro de mampostería con alacenas empotradas, estuviese situado un escaño de alto respaldo con el asiento lo suficientemente largo como para que en él pudiera acostarse una persona. Las huellas de este mueble, que estaría parcialmente integrado en la estructura de carpintería portante de la casa, se perciben en una de las jácenas, en la que se aprecia un rebaje tallado con clavijas de madera de sujeción en sus extremos.


El fuego de la cocina se enciende directamente sobre el suelo de arcilla y sobre él cuelga el llar suspendido de un pescante giratorio
El fuego de la cocina se enciende directamente sobre el suelo de arcilla y sobre ̩l cuelga el llar suspendido de un pescante giratorio.ʩ Xabi Otero

La cocina también tenía ventanas al exterior, aunque es probable que durante los meses de invierno y en la estación lluviosa permaneciesen siempre cerradas dejando la estancia en una permanente atmósfera de penumbra, ya que eran consideradas como un peligroso punto de fuga térmica y en los caseríos no existía la posibilidad de cerrarlas con cristal, debido a la escasez y elevado precio del mismo. La carencia de vidrio para ventanas se suplía ocasionalmente con telas de lino fino tensadas sobre un marco de madera e impermeabilizadas con cera blanca. Las ventanas originales de Igartubeiti habían desaparecido y las que se han recreado son geminadas con arco de marquetería y hojas de tipo corredizo formadas por varias tablas verticales unidas al dorso por peinazos recortados, imitadas de algunos de los pocos ejemplares de la región que se han conservado hasta la actualidad (caseríos Ugarka, Kutunegieta Goikoa, Landetxo Goikoa, torre de Jauzarrea,...). Un sistema similar de ventanas es el que se ha utilizado para reproducir las portezuelas que desde la cocina conectan con los pesebres del ganado vacuno, situados detrás del tabique de tablas que divide la planta baja de la casa transversalmente.

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